Pueblo Universitario: la universidad como infraestructura del arraigo

La noción de Pueblos Universitarios de la Universidad Cooperativa y Mutual Argentina (UCMA) propone algo más que descentralizar la educación: plantea reconfigurar de raíz la relación entre conocimiento, comunidad y economía solidaria. Su pretensión no es simplemente “ofrecer cursos fuera de las ciudades con servicios académicos desarrollados”, sino restituir a la universidad su capacidad de producir bienes públicos relacionales —confianza, redes, saberes colectivos— que sostengan la vida comunitaria, pilar de la Patria.

Una imagen del presente que delinea de manera inapelable esta noción: Hace unos pocos días en el 4° Congreso AFA 4.0 de este 2025, más de 1.000 jóvenes cooperativistas trazaron el diagnóstico de lo que no quieren: “No sirve que los pueblos queden como geriátricos de grandes dimensiones”. Y, claramente, pusieron foco en el horizonte: “Sabemos que en donde están los pooles de siembra, en los pueblos no dejan ningún tipo de recurso. Esa economía circular, la chacra mixta a la que apuntamos, tiene que ser con más productores. Va a generar más producción, valor agregado en origen, recursos, mano de obra, todo lo que tanto necesita el interior del interior que es donde nosotros estamos”.

Para captar con sensibilidad de época y precisión su alcance proponemos situar la propuesta de Pueblos Universitarios en cinco planos interdependientes: epistemológico, socioespacial, de bienestar, institucional y cultural.

Conocimiento situado y justicia cognitiva

“Un Pueblo Universitario es donde las raíces no se secan, porque allí hay saber, comunidad y futuro.”

La fuerza del proyecto UCMA se apoya en la idea de conocimiento situado: el saber cobra sentido y eficacia cuando se enraíza en condiciones concretas —microclimas, tradiciones productivas, oficios, prácticas asociativas con raigambre, necesidades, etc.—. Reconocer esos saberes como interlocutores legítimos de la ciencia y la tecnología no es solo una decisión política (justicia epistémica), sino una exigencia pragmática: abre preguntas relevantes y sensibles, produce metodologías ajustadas a los problemas locales y genera aprendizajes difundibles. En un Pueblo Universitario, la educación, la investigación y la extensión ya no se plantean únicamente desde el aula, el laboratorio ni la práctica desde la academia, sino como diálogo permanente entre saberes locales y conocimientos formales. Es en esta ineracción donde emerge la dimensión del “protagonismo comunitario“, lo que constituye desde nuestro punto de vista un “componente” esencial -que debe adicionarse a los clásicos para darles a ellos un nuevo sentido- de los proyectos universitarios orientados al desarrollo humano integral.

No se trata de la “formación de líderes” en ámbitos académicos, como una dimensión más de los saberes vinculados a las tecnologías organizacionales, para luego “implantarlos” en ámbitos organizativos, sino la de promover “protagonismos” comunitarios capaces de la movilización de las fuerzas comunitarias en sus propios medios.

La universidad como infraestructura comunitaria

Pensar la universidad como infraestructura social implica verlo como red de espacios, servicios y prácticas que sostienen la vida en comunidad. No simples espacios “ad hoc”, sino plenamente integrados a la gestión y desarrollo de las condiciones sociales, productivas, espirituales, culturales, etc. Los nodos en cooperativas y mutuales —aulas híbridas, laboratorios, talleres, espacios de encuentro— funcionan como plazas de construcción de conocimientos: lugares donde se aprende, se prueba, se negocia, se intercambia y se coopera. Esa infraestructura crea condiciones para la mutualidad sostenida y habilita circuitos de aprendizaje entre productores, técnicos, jóvenes, comunidad, autoridades locales, etc. No es la mera presencia física la que transforma; es la densidad de relaciones y la continuidad del intercambio lo que genera externalidades duraderas.

La inversión en esta infraestructura tiene un impacto directo en la cohesión comunitaria y la resiliencia frente a crisis. En lugar de generar condiciones que se distribuyen de manera automática, este modelo se inserta de forma deliberada en los circuitos de aprendizaje continuos entre empresas, instituciones y gobiernos locales, articulada por vecindades complementarias en corredores academicos, en la que el desarrollo emerge de la interacción constante y situada de sus actores, construyendo una “región de conocimiento”.

Calidad de vida

El arraigo exige más que oportunidades productivas: reclama condiciones de vida que hagan posible elegir quedarse. Decimos que buscamos una propuesta universitaria donde se proyecte:

“Crecer sin marginar,

Producir sin degradar,

Estudiar sin migrar y

Vivir sin huir”.

El Pueblo Universitario integra la propuesta formativa con la infraestructura socio comunitaria—clubes, bibliotecas, centros culturales, servicios de salud, lugares de esparcimiento, etc.— para impulsar una calidad de vida integral. El aprendizaje concebido así expande la noción misma de aula: en la plaza, en el teatro de la sociedad italiana o española, en el taller, en el parque solar cooperativo, en los servicios de enfermería y salud, en las comunicaciones, en el espacio productivo de la cooperativa agropecuaria. Esa articulación fortalece la noción del “todo como más que la suma de las partes”, es decir la conciencia de la integralidad de la comunidad como abrigo indispensable de las trayectorias personales. Este modo de concebir la educación, sabemos, fortalece la cohesión social, la salud comunitaria y la capacidad de resiliencia frente a crisis políticas, económicas o ambientales. Así, la universidad contribuye a definir qué significa “vivir bien” en cada territorio.

Gobernanza relacional y creación de valor

La viabilidad de un proyecto de esta naturaleza no reside simplemente en una infraestructura específica, depende de una gobernanza distinta capaz de articular las capacidades existentes y largamente desarrollados por el movimiento cooperativo y mutual. Debemos construir una gobernanza orgánica, relacional, participativa y abierta. Esto lleva “tiempos”, que es la dimensión dónde se desarrollan y consolidan los vínculos. Qienes impulsamos este proyecto debemos asumir la tarea de construcción de las redes que lo hagan posible, que vayan paso a paso institucionalizandose a la vez que arrojando resultados en cada etapa. Las cooperativas y mutuales sabemos cómo consolidar modelos asociativos complejos y eficaces capaces de desplegar una intervención universitaria como la que proponemos.

El gesto institucional propuesto es estratégico en cuanto a su capacidad de transformar la naturaleza de la colaboración: la universidad deja de ser un proveedor externo de nuestras organizaciones para convertirse en coautor de procesos productivos y culturales desde nuestra propia identidad. El movimiento cooperatico y mutual argentino se redefine como un espacio social, productivo y pedagógico.

Desde allí emergerán formas de educación situada, de investigación aplicada y de innovación que generan valor para el desarrollo integral local: mejoras en procesos, nuevos servicios, diversificación productiva, emprendimientos asociativos y, sobre todo, buen vivir.

Es crucial subrayar que esos efectos no se materializan automáticamente; dependen de la calidad de las alianzas, de la organicidad y la propuesta de calidad educativa, de la transparencia en los acuerdos y de la capacidad de distribuir beneficios de manera equitativa. El valor social del proyecto depende de su capacidad de crear valor académico.

Narrativas, memoria e identidad profesional

El arraigo tiene una dimensión simbólica que no puede subestimarse. Revalorizar prácticas, historias y patrimonios locales contribuye a reconstruir la autoestima comunitaria y a abrir vías para que las trayectorias profesionales locales sean socialmente reconocidas. Cuando la universidad valida saberes tradicionales, documenta memorias y produce relatos que articulan pasado y futuro, ayuda a conformar identidades profesionales nuevas —productores que también son técnicos, dirigentes o gestores culturales con formación acreditada— y a sostener la narrativa de una vida de calidad y posible fuera de los grandes centros urbanos. Es decir, activa “protagonismos comunitarios”.

Consideramos que la idea de “Pueblos Universitarios” ofrece una promesa potente: transformar la universidad en una palanca para el arraigo, la autonomía productiva y la revalorización cultural. Pero esa promesa no es automática ni puramente técnica. Su concreción exige condiciones —inserción relacional genuina, reconocimiento epistemológico de saberes locales, infraestructura social sostenida, marcos institucionales de coproducción y políticas públicas complementarias en vivienda, transporte y salud— que conviertan iniciativas aisladas en procesos.

La apuesta de la UCMA no es transplantar modelos metropolitanos al interior, sino activar y potenciar lógicas locales mediante la coproducción de conocimiento. En ese cruce entre la comprensión profunda del territorio y la acción institucional responsable reside la posibilidad real del arraigo: no como mera permanencia demográfica, sino como construcción de comunidades con sentido, capacidades y autonomía para definir su destino.

Otra imagen, proyectada al 2035: un día de semana en un Pueblo Universitario del norte cordobés. Una cooperativa productora de alimentos del monte nativo innova y certifica saberes acumulados por décadas en manos de antiguos productores, junto a la UCMA, garantizando soberanía alimentaria mediante producción sustentable, empleo digno y valor agregado en origen. En la biblioteca de la cooperativa de servicios, jóvenes diseñan prototipos de robótica aplicada al agro regenerativo, en colaboración con integrantes de nodos universitarios de otras provincias; mientras tanto, en el aula híbrida de la mutual local, adultos completan sus trayectorias formativas. La energía solar y la biomasa abastecen al pueblo, reduciendo costos y cuidando el ambiente. Hoy mismo, alumnos de pueblos vecinos, integrantes del Corredor Académico regional, prueban un nuevo software de gestión agroalimentaria. El club, la feria, la escuela y la plaza se convierten también en espacios de aprendizaje y creación. Todo este entramado vital constituye un arraigo que no “duele”: un territorio donde el conocimiento echa raíces, florece en comunidad y asegura que el futuro no se busque afuera, sino que se construya en casa, con sostenibilidad, innovación, soberanía alimentaria y calidad de vida compartida.

11 comentarios en “Pueblo Universitario: la universidad como infraestructura del arraigo”

  1. Me resulta realmente motivadora la proyección al 2035. Ojalá no quede solo en un ideal, sino en una acción sostenida que transforme de verdad a nuestros pueblos. Como argentinos nos merecemos eso. Saludos desde Buenos Aires

  2. Lo que plantean sobre la “justicia cognitiva” es fundamental. Ya es hora de que se reconozcan los saberes campesinos y de las organizaciones cooperativos como parte del conocimiento válido. Lo mejor para el proyecto, lo seguimos de cerca

  3. Muy interesante el enfoque en la infraestructura comunitaria. En mi zona hay mutuales con mucha capacidad para poner en marcha espacios deportivos, educativos, etc. Creo que este modelo puede ayudar a evitar la migración de jóvenes y crear opciones locales si se concreta

  4. Alicia Montes Cicari

    La idea suena muy bien en el papel, pero me preocupa la implementación. Muchas veces los proyectos universitarios en el interior empiezan con entusiasmo, ilusionan y terminan sin recursos ni continuidad. ¿Qué garantías hay de que no pase lo mismo esta vez? No es por desalentar, sino para evitar frustraciones. Gracias!

    1. Es muy importante lo que menciona, Alicia. Este tipo de proyectos requiere pasos seguros y consistentes! En eso estamos. Gracias por el aporte, por estar antenta y por ayudarnos a estarlo.

  5. ¡Esto es exactamente lo que necesitamos!
    Una manera de trabajo que valore nuestros saberes, que genere trabajo digno y que haga que nuestros hijos no tengan que irse para estudiar. El concepto de Pueblo Universitario es revolucionario: universidad con raíces en el territorio y mirada hacia el futuro. Saludos desde Mendoza

  6. Que hermosa noticia me han compartido sobre la UCMA, realmente es una iniciativa brillante. El cooperativismo y el mutualismo definitivamente son “EL camino”.
    ¿Cómo nos sumamos?

  7. Vivo en un Pueblo. E imagino mi Pueblo Universitario, dónde el saber se relaciona con la experiencia del nativo y el nuevo conocimiento. Maravilloso!

Responder a Oscar Santillán Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio